Por Ernesto Veragua
Desde la desaparición de Santiago Maldonado hubo dos sectores que se disputaron el “desaparecido”, los que buscaban culpar a la actual administración nacional y el Gobierno que rápidamente salió a defenderse como si tratara de una operación política de cara a una elección.
Cuando se comenzó a hablar sobre un tal Santiago que estaba en el momento que la Gendarmería despejó la Ruta 40 había desaparecido luego del operativo en la zona del campamento Mapuche, comenzó la carrera por sacar partido de la situación.
El Kirchnerismo por medio de organizaciones de derechos humanos entre las que se destacó el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), dirigido por el periodista opositor y estrechamente vinculado con el anterior Gobierno, Horacio Verbitsky, acusaron rápidamente a Gendarmería, el desaparecido, fue tal por obra de esta fuerza de seguridad, sentenciaron. Con la misma rapidez el Gobierno salió a desmentir esa acusación y la Ministra de Seguridad, Patricia Bulrrich despejó todo tipo de responsabilidad de la Gendarmería en la supuesta desaparición. Pisó el palito, dirán algunos. El estado entró así de lleno en la batalla política sobre la desaparición de una persona: faltaba definir de quién era el desparecido/muerto. Sobre Santiago Maldonado, el pibe tranquilo que se dedicaba a hacer tatuajes y acompañaba cada vez que podía las marchas que reivindicaban una causa justa, nada, bien gracias.
Entretanto Santiago pasó de ser un bohemio sin tantas preocupaciones ni participaciones activas en la política local, ni tampoco en la comunidad Mapuche, él no pertenecía a dicha comunidad, al pibe que se convirtió en remera. Su cara se convirtió en leyenda, y sus facciones más su barba tupida alentaron el relato.
Las acusaciones, ustedes están fogueando la desaparición de una persona para hacer política, decían desde el Gobierno, los acusados contestaban con denuncias a organizaciones de derechos humanos internacionales, entre tanto ida y vuelta se mezclaba el caso de Santiago, él desaparecido, con el de Milagro Sala, la presa política y así se suscitó el toma y daca permanente.
Qué hacía la Justicia, la misma que siempre será la que dictamine qué pasó con Santiago, sea este o no su cuerpo, todo dice que si lo es. El Juez Guido Otranto no se decidía si ingresar al territorio sagrado Mapuche, estuvo más de 20 días sin realizar un rastrillaje acorde a la causa, tampoco avanzó con la declaración de todos los gendarmes como correspondía. Sin dudas él fue parte del engranaje que siempre tuvo la Argentina, en casos como este, para que la verdad no aflore nunca.
En el medio hubo testigos que declararon encapuchados ante Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin), todos miembros de la Comunidad Mapuche Pu Lof, que dijeron ante ese organismo una cosa, y en la justicia otra. Fue el caso del hoy reconocido ex flogger quien declaró «a Santiago Maldonado se lo llevaron en un Unimog». Ese testimonio hoy es todavía más contradictorio que el 5 de septiembre cuando lo dijo. Es una muestra de que cada “interesado” persiguió sus intereses en la mayoría de los casos políticos por sobre el qué pasó con Santiago.
En respuestas al avance de testigos Mapuches y de las requisitorias de organismos de derechos humanos internacionales, el Gobierno decidió desviar la atención del lugar donde se encontró el cuerpo en las últimas horas. Comenzaron a conocerse videos de supuestos Santiagos, testigos que declararon que lo llevaron hasta tal lugar, y así nuevamente el camino a la verdad estaba cada vez más lejos. Cada cual buscó en todo momento cuidar su quintita.
Este tipo de mensajes y posturas fue incrementándose hasta antes de que aparezca el cuerpo a 1300 metros río arriba de donde fue el punto de enfrentamiento entre Mapuches y Gendarmes. Hace unos días, Lilita Carrió dijo que ella tenía confirmado que Santiago estaba en Chile, lo aseguró en un porcentaje de 20 de 100. En las últimas semanas la ex Presidenta dijo que hacía responsable a Mauricio Macri si ella desaparecía, haciendo alusión al “desaparecido” Maldonado, básicamente culpando al propio Presidente de esa desaparición.
En este marco de acusaciones de un bando y del otro, como si se tratase de una pugna por consagrarse ganador de algo. Finalmente apareció un cuerpo en la zona donde había desaparecido Maldonado. En esas primeras horas volvieron los análisis de a quien le convenía que aparezca Santiago muerto, al Kirchnerismo que viene flojo en las encuestas o al Gobierno que necesitaba esclarecer el hecho. La primera reacción del mundo político fue, y ahora quién se hace cargo del muerto, y no ojalá se aclare y la familia y la sociedad en su conjunto pueda saber qué le pasó a Santiago Maldonado.
Las miserias afloraron siempre, desde el minuto 1 cuando todavía no se sabía si Maldonado estaba desaparecido o si siquiera estuvo en el lugar, hasta el día 79 de su desaparición. Un Gobierno acostumbrado a recibir operaciones políticas todo el tiempo, con cierta cola de paja hay que decirlo, y una oposición que se agarra de todo con tal de sumar para su molino. No importa el desaparecido, no importa el muerto, no les importa la verdad, les importa a quien culpar.
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